Catanzaro, otra oportunidad perdida – Gazzetta del Sud

Catanzaro ha vuelto a fallar en su prueba de madurez. Mantua demostró estar más avanzada en términos de identidad y organización, pero era un oponente accesible por muchas razones. Se deberían haber explotado más y mejor, porque si tenemos que aspirar a la salvación, ganar algunas batallas directas ayudaría. La diferencia de calidad y experiencia entre ambos equipos era evidente. La plantilla giallorossi tiene un valor superior, Caserta contó con gente que frecuentaba la Serie A y puede marcar la diferencia entre los cadetes (Iemmello, Seck, D’Alessandro), mientras que su colega Possanzini lo hizo muy bien con un puñado de jugadores, casi todos procedentes de la Serie C.
Al técnico contrario solo se le pueden atribuir ciertos comportamientos exagerados, como cuando provocó a los aficionados en el sector Distinti (y no al revés) durante la primera parte. A esto hay que añadir el escenario en el que se desarrolló el partido: Catanzaro estaba en casa y ya sea por el factor campo o por la actuación exterior de los rivales (sólo dos empates y ningún éxito antes del sábado), no podía haber otro objetivo que un Casa llena. La realidad dice lo contrario y no es la primera vez.
La tercera razón es la incapacidad de ser constante, en el sentido de que después de la buena remontada contra Reggiana, del 2-0 al 2-2, y de otras buenas actuaciones repartidas entre el «Ceravolo» (Tirol del Sur) y fuera de casa (Bari, Pisa, obviamente Reggio Emilia), se esperaba un nuevo paso adelante que no se produjo. En términos de jugabilidad, ni siquiera ha habido un paso atrás, a menos que quieras recordar inútilmente las dos temporadas anteriores. –, sin embargo, Iemmello y sus compañeros fueron llamados a una consistencia muy diferente, especialmente en el último cuarto de hora con superioridad numérica: allí se vio cuánta claridad faltaba, pero también algo más que el uno contra uno que no siempre puede estar a su favor, como lo demostró el segundo centro de Bragantini, con él y Fiori ganando los duelos individuales con Bonini (pero Pigliacelli también contribuyó) y Scognamillo respectivamente.
El otro «por qué» son los goles encajados, que empiezan a tener principios ominosamente similares: el rival consigue recuperar el balón incluso en zonas muy bajas del campo y se reinicia rápidamente en el campo, como ocurrió -a pesar de cambiar la finalización- en con motivo del segundo sello de Mantua o con el segundo de Reggiana. Caserta sostiene que en este momento la mala suerte es testaruda y contraria y no se le puede reprochar tomando en consideración tres ejemplos: un minuto antes del segundo gol de Mantua, Pontisso había golpeado el larguero (y con la ventaja el partido probablemente habría terminado ahí, con ‘ hombre extra); Pigliacelli no había cometido ningún error en ninguno de los trece partidos anteriores; Iemmello metió el balón en el balón recibido de Seck en la segunda parte ocho de cada diez veces.
Pero un equipo maduro también sabe buscar la suerte. Y ciertamente no espera a recibir un golpe para reaccionar. Las Águilas necesitan cambiar de tono para salir de la mediocridad, incluso en la clasificación, que a la larga podría volverse peligrosa.

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