La jefa de la red de narcotráfico era una mujer, una colombiana que gestionaba las importaciones desde América Latina desde su base en Amsterdam. De Auraasí se llama, todos pasaban los negocios que manejaba en Holanda el grupo de Rosarno y Álvaro, encabezado por el corredor Giuseppe Tirintino. Una red que movió cientos de millones de dólares para importar montañas de cocaína a Europa. La plantilla estaba dirigida por el socio de la mujer, un albanés llamado Max. El grupo fue descubierto en 2013 gracias a que las autoridades italianas pidieron información sobre dos hermanos italianos que traficaban con cocaína en Ámsterdam. En ese momento, la justicia de Ámsterdam también había iniciado su propia investigación, cuyo nombre en código era «13Koelruit».
La atención de la autoridad judicial holandesa se centró así en la red gestionada por Aura (y su hermana Luisa conocida como Lula) y por otros colombianos. Una pieza importante en la reconstrucción del rompecabezas la aportó el colaborador de justicia Tirintino: «Intercambiamos miles de kilos de coca en un período de 3,4 años. Cuánto exactamente no puedo saber.»
El rosarno pasó de ser uno de los intermediarios más activos del narcotráfico europeo a colaborar con la justicia italiana. La base de su decisión fue el miedo a ser asesinado por sus propios amigos de Rosarne. En uno de los interrogatorios ante los magistrados de la DDA de Reggio Calabria en 2018, también estuvieron presentes algunos representantes de las autoridades judiciales holandesas a quienes, al menos al principio, les resultó difícil creer la historia del colaborador de la justicia. Tirintino, de hecho, explicó que en el corazón de Europa, y sobre todo en Alemania y Países Bajos, se movían multitud de narcotraficantes que, gracias a documentos falsos y teléfonos encriptados, movían toneladas de cocaína y dinero también utilizando puertos holandeses.
