Era la mañana del 24 de noviembre de 2020 cuando la Guardia di Finanza llevó a cabo el maxi registro por encargo de la Fiscalía en el edificio ubicado en el centro donde en ese momento tenía su sede la Banca di Credito Peloritano. Sobre todo mirar las cuentas y operaciones de uno de sus excelentes socios de la época, el empresario Antonino Giordano, que ya había acabado en problemas en el pasado por otras investigaciones judiciales.
Esa búsqueda condujo a la inscripción de 17 profesionales entre ex altos directivos de la entidad de crédito, empresarios y profesionales en el registro de sospechosos, y se desarrollaron más líneas de investigación, algunas de las cuales aparentemente terminaron con el despido. En esta investigación, entre otras cosas, se han producido múltiples actos de ampliación de las investigaciones desde 2020 hasta la actualidad. Y el mismo banco entonces, implicado como persona jurídica, tras la entrada de la nueva gobernanza y el cierre del procedimiento de administración del Banco de Italia, optó por la negociación de la sentencia en abril de 2022, propuesta por los abogados del instituto y aceptada por la Fiscalía ante el radical cambio de ritmo, por importe de 300 mil euros, como sanción económica. Posteriormente se ratificó el procedimiento ante la jueza de instrucción María Militello, quien consideró adecuada la pena acordada, de conformidad con la ley núm. 231 de 2001.
La actuación de la policía judicial se hizo necesaria – precisó en su momento la Fiscalía en una nota ante el clamor del allanamiento – para adquirir en el expediente elementos fundamentales para la cristalización de posibles responsabilidades penales hacia los sospechosos.
Y hoy, cuatro años después de aquel bombardeo, y con el acuerdo de culpabilidad de la Banca di Credito Peloritano como persona jurídica en el medio, que por tanto «salió» definitivamente de las investigaciones, la programación de la audiencia preliminar por parte de la gup Claudia Misale, para el 6 de febrero de 2025, tras la solicitud de acusación formulada a finales de noviembre por el fiscal adjunto Giuseppe Adornato. Se trata de un total de nueve personas acusadas, entre empresarios, banqueros profesionales y supuestos testaferros, los clásicos «cabezas de madera».
los nombres
Se trata del emprendedor Antonino Giordano (en la foto); de cuatro testaferros de Giordano para las distintas operaciones corporativas, es decir Mario Arena, Andrea Caristi, Sergio Gentilepatti y Roberto Rodilosso; del organizador legal del GF TRUST de Malta, Plácido Arrigo; del administrador de GDH Srl Giuseppe Denaro; y finalmente algunos funcionarios del banco, que en ese momento trabajaban en el BCP, Giuseppe Latella y Oscar Pappalardoel primero en su calidad de director pro tempore de la sucursal de Messina y el segundo como responsable interno de la función de lucha contra el blanqueo de capitales.
Los nueve acusados cuentan con la asistencia en esta fase de los abogados Isabella Barone, Marco Franco, Alberto Gullino, Pierfranco De Luca Manaò, Elena Montalbano, Fabrizio Gemelli, Nicola Giacobbe y Pietro Granata.
Ahora esencialmente se mantienen en pie los delitos de blanqueo de capitales, evasión de medidas de prevención, utilización de dinero, bienes o beneficios de procedencia ilícita. En el centro de esta investigación se encuentran esencialmente las operaciones económico-financieras por valor de millones de euros que el empresario Giordano Habría bastado, también con sus nombramientos de entonces en la entidad de crédito, implementar una estrategia muy específica: por un lado, confiar a algunos de sus «cabezas de madera» la propiedad formal de algunas empresas, que continuó dirigiendo en de manera oculta en primera persona, y por otro ocultar gran parte del capital de su holding y evadir impuestos en Italia, incluso con la creación de un trust en Malta.