Hace treinta años, el «boca a boca» de una joven polaca que conoció por casualidad a Milazzo favoreció la llegada de las primeras mujeres de Europa del Este (además de Polonia, también de Rumanía). Todos encontraron trabajo, principalmente como cuidadores de personas mayores. Una presencia que representaba casi el uno por ciento de la población. Hoy en día hay tres veces más extranjeros que residen legalmente en la ciudad de Ciudad del Cabo, pero la cifra podría crecer aún más si se regularizaran muchos puestos destacados. Y lo confirma Agata, la joven de veinte años que llegó a Ciudad del Cabo en 1991 y ahora tiene 54, siempre bien usado. Formó una familia, se casó con un hombre de Milazzo y es madre de tres hijos. «Llegué en junio – dice – y recuerdo que era pleno verano. Se suponía que me quedaría una semana y en lugar de eso encontré trabajo como barman. Entonces amor, y aquí estoy.» Ágata fue una excelente «promotora» para sus conciudadanos. «Sí, cuando supieron que estaba bien muchos me preguntaron si podían venir, si había trabajo. En aquellos años las cosas no iban bien en Polonia. Y así, gracias al «boca a boca», muchas niñas y señoras llegaron como cuidadoras de personas mayores y de personas que vivían solas».
De hecho, la situación ha cambiado en los últimos treinta años. Ya en los años 2000, los datos oficiales del Istat relativos a Milazzo indicaban una presencia de 398 extranjeros que representaban el 1,2% de la población residente. Hoy (el último dato es de 2023) los extranjeros son 1.125 y representan el 3,7% de la población. Un dato que también pone de relieve cómo la Piana se ha convertido en la zona de mayor expansión de estas familias.